Somos jugadoras, no “chicas”

Somos jugadoras, no “chicas”

Repetidamente en los relatos deportivos o en las entrevistas escuchamos “las chicas” o “las pibas”, cuando hablan de jugadoras de fútbol. En esta nota le damos la palabra a Mariana Larroquette (Kansas City), Justina Morcillo (River), Rocío Díaz (Racing), Sofía Chemes (SAT), Sofía Giannini (Banfield) y a la antropóloga social, Nemesia Hijós, para entender la importancia del lenguaje y saber qué sienten al respecto.


“Ahí están las chicas de River” se escucha en una transmisión televisiva. En cámara se ve cómo ingresan a la cancha auxiliar del Monumental once jugadoras para disputar un partido en el torneo de Primera División.

“Cuando escucho eso me da bronca e impotencia porque no entiendo como puede ser que no se den cuenta que está mal esa forma de comunicar. Porque no es una vez o dos veces, es todo el tiempo que nos dicen ‘chicas’ y nunca ‘jugadoras” dice Justina Morcillo, una de las titulares en ese encuentro. “Cuando ves a una chica jugando en la plaza, podés decir ‘mirá qué bien juega esa chica’. Pero acá no. Estamos representando a clubes en un torneo profesional que organiza la AFA. Incluso hay jugadoras de Selección y se nos sigue diciendo ‘chicas”.

Existe un debate en comparación con el masculino, en el que se afirma que a los jugadores también se los llama así por su edad. Justina responde: “El problema es que aunque hablen de jugadoras de 35 años, también les dicen chicas. No pasa igual con los jugadores del masculino, que uno que recién sube a Primera le pueden decir ‘el chico’ o ‘el pibe’. Se nos dice chicas como forma de desvalorizarnos y no asumir, ni reconocernos como jugadoras de fútbol profesional”.

Mariana Larroquette, jugadora de Selección y de la liga estadounidense, insiste con que no le gusta comparar con el masculino. Sin embargo, indica: “A a ellos no les dicen ‘chicos’. Si queremos que sea profesional, así como los comunicadores nos necesitan a nosotras, nosotras los necesitamos a ellos. No somos chicas que juegan a la pelota, somos jugadoras”. Y agrega “Parece como si todavía estuviéramos jugando en la calle y no, estamos jugando al fútbol”.

“Decirnos ‘las chicas’ es una forma de desvalorizarnos” afirma Sofía Giannini, jugadora de Banfield, equipo de Primera B. “Estaría bueno que los comunicadores empiecen a escucharnos un poco más a nosotras que somos las protagonistas. Siento que nos menosprecian por el simple hecho de ser mujeres. Estaría bueno que se nos empiece a nombrar por lo que realmente somos: jugadoras. Como también que dejen de llamarnos en forma diminutiva como “la arquerita”. Si nos empiezan a valorar, el fútbol femenino va a crecer un montón”.

Todas ellas hicieron referencia a la desvalorización que sufre la actividad como consecuencia de estos términos. Una desvalorización que no reconoce a estas jugadoras como trabajadoras del deporte y que minimiza sus logros deportivos. La antropóloga social, Nemesia Hijós, hace referencia a este tema e indica: “No reconocer a estas jugadoras como profesionales y trabajadoras, como ocurrió anteriormente con otras identidades en otros espacios, lo que hace es alentar e impulsar la falta de financiamiento y de inversión para que la disciplina cobre ese salto de calidad como muchos sectores reclaman”.

Además, Hijós destaca la importancia del uso del lenguaje para construir nuevas realidades. “Lo que no se nombra no existe. Pero lo que sí se nombra viene a configurar una realidad. Por eso no nos da igual. Lo que queremos son hechos de reconocimiento. La insistencia y la exigencia por un uso correcto de llamar a las cosas por su nombre se da para visibilizar a todas aquellas identidades encubiertas a lo largo de los años que estuvieron encerradas en el uso del masculino”.

Rocío Díaz, de Racing, también hace referencia a este tema y afirma: “Nombrarnos es existir. La gente no conoce la historia del fútbol femenino porque nos han invisibilizado. No llamarnos ‘jugadoras’ contribuye a ese mecanismo. Creo que las mujeres y disidencias siempre tuvimos que pelear por un terreno fuera de la casa o de la clandestinidad muy alejades de un espacio público. Nombrarnos, decir que somos jugadoras, no solo es asentarnos en un terreno propio, sino también cuestionar la norma”. Y agrega: “Decirnos chicas es minimizar nuestra lucha, nuestra voz y la posibilidad de construir en un espacio que creen que nos comparten, pero que en realidad, es nuestro”.

Sofía Chemes, de SAT, destaca el daño que estos términos le generan al fútbol femenino y a su lucha por el crecimiento. “No sé si dimensionan la importancia del vocabulario. Cada vez que nos dicen ‘chicas’ atrasan años nuestra lucha para que nos traten como lo que somos: jugadoras profesionales. Si bien hoy el fútbol femenino es semiprofesional, nosotras como atletas entrenamos como tales. Cinco días a la semana, nos cuidamos con las comidas, acatamos órdenes y reglas de los clubes en los que jugamos, en los que se nos piden resultados. Una se siente profesional más allá de tener o no contrato”.

Y agrega Chemes: “El lenguaje es educación y lucha. Es la primera herramienta para transformar. Las niñas o los niños que hoy escuchan a los relatores decir ‘las jugadoras’ van a crecer con otra cabeza. Van a crecer con la idea de que la mujer puede jugar al fútbol. Pero si siguen escuchando ese discurso machista, nunca lo vamos a poder cambiar”.

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