Fútbol y política: la jugadora Melchie Dumornay se animó a pronunciarse por su país, Haití.. (Foto: IG dumornay_corven)
A partir de dos casos de jugadoras que analizaron la situación de su país, hoy reflexionamos sobre la relación que tienen el fútbol y la política.
En el ámbito deportivo es muy común escuchar la frase “no hay que mezclar el fútbol con la política”. Si bien a simple vista pareciera que el deporte más popular del mundo no tiene nada en común con las condiciones económicas, sociales y políticas de un país, muchísimas futbolistas no opinan lo mismo.
En la última fecha FIFA Deyna Castellanos, la 10 del Portland Thorns nacida en Venezuela, no pudo viajar con su Selección por las nuevas normas migratorias que impuso Estados Unidos. En total fueron ocho las jugadoras venezolanas que temieron que, tras volver a su casa, no pudieran regresar al país donde trabajan.
Resulta que el Departamento de Estado norteamericano creó una lista de países cuyos migrantes tendrían problemas para regresar, entre los que se encuentra Venezuela. La Federación Venezolana emitió un comunicado donde explicaba que las jugadoras quedaban por fuera de la fecha FIFA por “decisiones personales ligadas a temas migratorios” y Castellanos salió a pronunciarse al respecto.
“Estoy triste de no haber podido ir con la Selección, pero creo que quedarme fue la decisión correcta. No sé cuándo será seguro viajar. En Venezuela la situación política es muy compleja y yo tengo responsabilidades aquí. Tengo contrato aquí y, claro, puedo viajar, pero sin saber si podré regresar y eso es bastante aterrador, no solo para mí, sino para varias jugadoras en la liga (NWSL)”, expresó la delantera.

Es evidente que las políticas migratorias de Donald Trump repercuten en una de las ligas más exitosas del fútbol femenino a nivel mundial: hay muchas jugadoras latinoamericanas que participan en equipos de la NWSL y, si bien Venezuela arrastra conflictos políticos hace años, donde la crisis se acrecienta cada vez más y no logran recuperar vínculos con otros países, jugar con el miedo de volver al hogar a costa de quedarse sin trabajo e incumplir un contrato hace que esta decisión afecte de forma directa a las jugadoras extranjeras.
Lo llamativo es que los dichos de Deyna Castellanos no solo hablan de su situación y la de sus compañeras, sino que le afecta a las futbolistas como a cualquier otro venezolano que resida en Estados Unidos.
Algo parecido ocurrió con Melchie Dumornay, la jugadora haitiana del Olympique Lyonnais que escribió una carta abierta sobre la compleja situación que viven los ciudadanos de su país. “Mi país irradiaba esperanza y cultura, al igual que mi ciudad natal Mirebalais, que solía ser un refugio. Hoy, la brutalidad nos ha privado de este privilegio: en Mirebalais, como en todas partes, familias enteras se ven obligadas a huir de sus hogares, expulsadas por ciertos compatriotas que siembran el terror”, escribió la futbolista.
Haití es un país centroamericano que hace años solo vive en el sufrimiento. En julio de 2021 su presidente, Jovenel Moïse, fue asesinado y desde entonces los grupos armados, perpetuados por organizaciones internacionales, tomaron el poder. Desde una cifra que roza los tres millones de niños desnutridos hasta intervenciones extranjeras en el poder que solo profundizan la inestabilidad, en Haití se han roto los lazos sociales y el Estado no existe ni cumple sus funciones como tal. Dumornay, distinguida como jugadora del año por Concacaf en 2024, se animó a pronunciarse por su país y expresar su angustia al analizar el futuro de las generaciones venideras.
“Nuestra aspiración es reencontrar el camino de la vida que hemos perdido, para reconstruir un futuro para nuestros jóvenes, que hasta ahora sólo han conocido el miedo; que la razón y la compasión curen nuestros corazones heridos y que la paz vuelva a nuestra tierra. Haití merece redescubrir la luz de su pasado. Juntos, con solidaridad, justicia y esperanza podemos construir un futuro mejor”, cierra el comunicado.
Si bien no es el deber de una futbolista analizar o dar a conocer la situación política de un país, es una realidad que tener los pies sobre la tierra, no olvidar las raíces y tratar de encontrar una solución a los problemas que viven sus compatriotas es un partido ganado desde cualquier punto de vista.
La llegada que pueden tener las jugadoras no es la misma que la de un ciudadano de a pie y, apostar a la búsqueda de una solución, a la solidaridad y a lo humano en un mundo que cada día apuesta más a la individualidad, es un valor agregado. Por eso, el deporte y la política siempre estarán relacionados.